miércoles, enero 10, 2007

Museos y Educación


Museos y Educación
Adalberto Zapata
Ponencia presentada al Foro El Museo Nacional de Antropología al siglo XXI, del 24 al 28 de septiembre de 1990, MNA, INAH, México, D.F.
Las siguientes líneas giran en torno a la problemática educativa en el Museo Nacional de Antropología.
Los Museos en México nacen como instituciones con la finalidad de educar, pero no como un fin abstracto, sino que la educación es vista como un mecanismo que contribuye a fortalecer la conciencia y la identidad nacional, reconociendo la pluralidad y la diversidad de pueblos y culturas que han conformado la nación.
Por otro lado, la educación siempre se presenta en crisis, es una característica del mismo proceso educativo, ya que toda generación tiende a determinar lo valioso y significativo de la cultura que requiere ser incorporado a los procesos formales educativos. Al cuestionarnos sobre la función educativa, tendremos que explicitar lo que deseamos transmitir dentro de la acción pedagógica aplicada al ámbito de los museos. Para ello, tendríamos que dar respuesta a las siguientes interrogantes: ¿que deseamos que los museos enseñen? ¿Que cambios deben propiciar los museos sobre el estado cultural de los individuos que los visitan? ¿Cómo se pueden propiciar estos cambios?
Los museos tienen un campo singular dentro de los procesos educativos, ya que por su naturaleza pueden ser utilizados como laboratorios sociales para el estudio de problemas y conocimientos significativos sobre una amplia gama de temas, con la característica singular de que el sujeto educado tiene contacto en diferentes niveles de su percepción.
En este sentido, la didáctica y la pedagogía en los museos va más allá que el salón de clases, no lo suple, sino que es un espacio diferente con procedimientos y técnicas propias. Podemos considerar que el objetivo general de la pedagogía museal, por definición se encuentra en una posición contra corriente con respecto a los objetivos tradicionales de la pedagogía.
Esta incómoda posición proviene de que la actividad educativa de los museos se desarrolla en forma diametralmente opuesta a la práctica cotidiana de la escuela. Una de las características de esta última es enraizar a los alumnos dentro de los sistemas educativos formales, en los que se enfatizan taxonomías de aprendizaje y resultados cuantificables; en cambio, en el museo el alumno se acerca más (o debe hacerlo) a un laboratorio permanente de investigación.
Así, en el ámbito del museo el discurso educativo se opone al tradicional. La acción pedagógica desarrollada en los museos debe contemplarse con criterios diferentes a la actividad educativa de las escuelas; sería ingenuo transplantar métodos y técnicas educativas, generadas dentro de los límites de la actividad escolar, a un museo.
Con base en lo anterior, mencionaremos algunas características que consideramos propias de la educación en los museos:
Por la naturaleza de las colecciones de un museo, el universo que se le presenta a los alumnos va contra corriente de la realidad cotidiana en que se desenvuelven. Entran a un universo diferente. Son extraños entornos, universos exteriores a la experiencia cotidiana de los sistemas educativos formales. El proceso educativo que se desarrolla en el museo no se reduce solo a impactar la sensibilidad de los alumnos.
El alumno visitante se enfrenta a una multiplicidad de objetos y de significados. En el museo los objetos museógraficos se presentan como una provocación que se puede transformar en un ejercicio de la imaginación, la cual los transporta tanto en el espacio como en el tiempo. Es un ejercicio de la imaginación sobre universos diferentes. Entramos en mundos distintos, fuera de la cotidianidad.
Los objetos de los museos son insólitos, si bien su funcionalidad se encuentra cristalizada al ser arrebatada de su contexto original. La realidad que los rodea se ve alterada al extraerlos de su contexto social y colocarlos en exhibición. Así, es necesario reconstruir un nuevo contexto para ellos, atendiendo a la finalidad educativa previamente determinada. En esto consiste la acción pedagógica.
Siendo el objeto expuesto un pretexto, es la ocasión de provocar nuevas emociones en el educando, lo cual es posible si situamos la acción pedagógica dentro de una representación que explique y contextualice los objetos expuestos. Para ello, además de sus cualidades estéticas, debe explorarse su amplia gama de significados.
Así, el proceso educativo generado en el museo debe inducir a la creatividad, dentro de una perspectiva de flexibilidad de los procesos de aprendizaje, incrementando la autonomía del educando, en lugar de tender a la homogeneización -producto de la generalización de conductas preestablecidas. Esta sería una posibilidad de contrarrestar los pobres resultados de las visitas al museo, como se ha comprobado a través de diferentes estudios.
El proceso educativo no consiste sólo en el desarrollo de habilidades; la educación debe plantearse también la necesidad de fomentar actitudes y valores, y de generar autonomía, creatividad y sensibilidad, llevando al individuo a la asimilación de conocimientos relevantes. En este contexto, aprender implica un proceso de indagación, actividad que debe considerarse fundamental dentro del espacio del museo.
Actualmente nadie cuestiona el papel relevante de los museos dentro de los procesos educativos, tanto en el ámbito de la educación formal como de la informal; los museos no son vistos como simples depósitos de objetos extraños, sino que generan información que posibilita el deleite y la comprensión de la pluralidad y complejidad de la cultura humana. A su vez, son un canal que permite la comparación cultural, y con ella un mayor reconocimiento y valoración de la propia cultura. Así, su objetivo en términos educativos no es sólo el deleite estético, sino generar conocimiento sobre la identidad.
Los museos han aplicado diferentes programas para incrementar su labor educativa, programas que han recorrido el espectro de actividades; existen muchos casos exitosos, pero queda una sombra sobre la posibilidad de generar y aplicar un único mecanismo, ya que los visitantes de un museo no tienen las mismas cualidades, ni la misma formación, ni el mismo estado cultural, sino que se encuentran determinados por diferentes influencias generadas por su entorno y tradición cultural, esto es, requieren de una gama de programas diferenciados, si el fin es acercar más el museo a los alumnos en una forma creativa.
La colección etnográfica del Museo Nacional de Antropología nos ubica dentro de la dimensión de la identidad, no sólo la de los otros, sino que nos permite cuestionar nuestra propia identidad como sujetos pertenecientes a una sociedad plurietnica. Los objetos etnográficos no deben ser vistos como objetos aislados que no tienen más que decir que lo formal de su expresión; los objetos tienen que ver con nosotros porque se refieren a una parte de la sociedad; ocupan un espacio, visible para unos, invisible para otros, pero dentro de nuestro propio entorno. La imagen actual que muestran las salas etnográficas en términos educativos no logra trascender la visión folclórica propia del paternalismo. Las colecciones, que en sí mismas son de gran valor didáctico, requieren un nuevo tratamiento en el futuro, donde la dinámica y la riqueza de la vida cultural puedan adquirir su verdadera dimensión. Que "el subir arriba" sea una forma de enfrentarnos con la complejidad de culturas diferentes, pero que están presentes en la sociedad moderna.
Los museos deben dejar su papel de coleccionistas pasivos y eruditos altamente especializados, para enfrentarse activamente a los desafíos de la época; deben erigirse en intermediarios entre el mundo académico y la sociedad. Esto lleva a abordar los complejos problemas de la época en relación con la cultura y la identidad. En este sentido, las salas etnográficas han perdido la capacidad de expresar los procesos de resistencia cultural, tanto del presente como del pasado reciente. Nos hablan poco de las luchas y los combates que han tenido los grupos étnicos en su proceso de conformación.
Las exposiciones deberían concebirse para enfrentar al educando con temas que son objeto de controversia en el contexto social de las etnias, relacionando las problemáticas actuales con hechos del pasado; el museo debería explicitar el proceso de resistencia, las terribles transformaciones, y sus causas, que han sufrido los diferentes grupos étnicos, dentro de una perspectiva crítica.
El museo es por esencia un establecimiento pluridimensional, por lo cual debería dedicar todos los medios a su alcance para mostrar la evolución natural y cultural de las etnias y sus interrelaciones, mediante la exposición, que es su recurso didáctico por excelencia.
Uno de los objetivos educativos de los museos es identificar los problemas y crear un juicio crítico relativo al desarrollo y sus tendencias; transferir un sentimiento de responsabilidad a cada individuo con respecto al desarrollo de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, y del hombre con el hombre dentro de un espacio de iguales, respetando su diferencia.
La etnología no puede dejar de lado los problemas generales de los grupos étnicos, debe plantear la problemática dentro de una lectura que va más allá de las dimensiones estrictamente educativas. La función educativa del museo, en última instancia, no está en desarrollar complejos sistemas didácticos, sino en la adecuada disposición museográfica, lo que implica un constante diálogo entre los investigadores, los museógrafos y el personal dedicado a la educación en el museo.
Lo anterior tiene que ver con la problemática de la acción pedagógica; esta requiere para su desarrollo caminar junto con la etnología, para así plasmar una visión museográfica de las etnias más justa y más cercana a los problemas contemporáneos, no como fósiles culturales de un mundo perdido, sino como actuantes en un mundo que cada día nos plantea la necesidad de respetar la pluralidad étnica, fundamento social de las naciones modernas.